martes, 26 de junio de 2012

Todas las hojas blancas

Todas las hojas blancas
se amontonan en los días
pares del almanaque.

Los dedos se paralizan
cuando les hablas
de los niños mudos del desierto.

Las ideas se rebelan
ante la insistencia de más y más
sueños sobre el mar.

Los ojos no distinguen entre el azul
húmedo del cielo, y el azul
del silencio entre los hermanos.

Todos esperan que los trenes
se crucen en algún lugar entre
las hojas huérfanas.

Las campanas tañen
entre voces infantiles y ríen
creyendo jugar una vez más.

Los caminos están llenos
de palabras que buscan.

Es domingo de nuevo.

Todas las manos hacen sombra
sobre las voces
y se alejan en bandadas
a sostener la tormenta.



viernes, 15 de junio de 2012

Mírale

Mírale
arrastra los días a través de pozos
horada la tierra
tirando sus pulmones al carbón.

Nunca jugó
sobre el color desconocido
de la hierba.
No juega nunca.
Ni cuando gana la cumbre
de cartón mojado
entre la ciudad de hojalata
y la mina,
allí donde los gestos golpean
las letras no conquistan
no hay ventanas
a las que asomar
los ojos tiznados
y enfermos
sin luz.

Mírale,
buscando una lata sin óxido
un pedazo de tela que hacer volar,
un grito entrelazado.
Busca y busca,
sin saber que toda su ausencia
la tienes tú.

domingo, 3 de junio de 2012

Eran mis manos

Eran mis manos los barrotes
que hacían llorar tus pasos
aquel otoño de muertos
en el que la marea dejó
de refrescar nuestros muros y
no volvió a amanecer.

En aquel tiempo leíamos
en los restos de sal
que dejan las notas de música
todos nuestros silencios.
Durante aquellos momentos
en los que no nos mirábamos
se pararon los almanaques
a la espera de un nuevo otoño
       en el que asfixiarnos,
       en el que amanecer de nuevo.

Voy,
salpicada de tempestades ahogadas
entre vientos que traen
una melodía ausente
una encrucijada entre mis piernas
donde brotan manantiales entre partos

donde encuentro, por fin,
tus manos liberadas.